La existencia de » Los Frutales » data de 1910. En un principio era una Posada-Restaurante en la que había ocho habitaciones y se daba cobijo y comida a los montañeros, gente que subía a trabajar al monte y a los pastores que se cobijaban al paso con sus ovejas, por estar situado en la Cañada Real.
El nombre se debe a que antiguamente existía la posada y todo lo que hoy son terrazas para comer eran huertas acompañadas de todo tipo de árboles frutales. Hoy en día estos árboles, son la sombra natural de estas terrazas en las que puede estar comiendo bajo árboles centenarios, (manzanos, perales, guindos, membrillos, avellanos, nogales y ciruelos).
Eloy Romero Luengo y su esposa Luisa, se dedicaban a dar comidas a los trabajadores de la zona y a los pastores que pasaban por la Cañada Real, así como a los montañeros, vendiéndoles la fruta y las verduras que recolectaban de su cosecha. Posteriormente hacia 1951, el negocio pasó a su sobrina, Dña. Dionisia López Romero, mediante una renta vitalicia, que junto a su marido D. Teodoro Vargas Berrocal continuaron el negocio reformando el local y pasando a ser una pensión – restaurante; constaba de seis habitaciones, bar y restaurante, donde sus clientes principales eran veraneantes que pasaban fines de semana, quincenas, o meses disfrutando del lugar.
En esta época es cuando las huertas se trasforman en las hoy existentes terrazas, dejando los árboles frutales para dar su sombra natural. También en esta época se remodelan los estanques de las truchas convirtiéndoles en los viveros actuales.
Más tarde en 1981, como consecuencia del paso de los años y por herencia, Los Frutales pasó a manos de uno de los hijos del matrimonio, D. José Luis Vargas López que es quien hizo la reforma definitiva y actual. La finca consta de un amplio jardín de 10.000mt compuesto por seis terrazas, un vivero de truchas, granja y huerto que abastece al restaurante. Además de un edificio que consta de un comedor para cien personas y un salón para ciento cincuenta comensales, ambos dotados con barras y chimeneas de madera, todo ello rodeado de amplios ventanales con vistas al Valle de la Fuenfría. Años más tarde, se inauguró el Hotel Rural compuesto por seis habitaciones y un salón común. En la actualidad el restaurante es regentado por sus hijos, lo que indica que el carácter familiar de este establecimiento, al menos durará otra generación.